Seamos luz en tiempos de desesperanza
Se me acabó el optimismo. Así, en seco.
Hoy siento una profunda
desesperanza. Y ante ese sentimiento, no sé qué hacer.
Por mucho tiempo, creí que las
cosas iban a mejorar, que “vendrían tiempos mejores”. Incluso en los momentos más
conflictivos, siempre guardé una pequeña esperanza de que podríamos tomar otro
rumbo. Y sin importar cuán pequeño fuese
ese sentimiento, era suficiente para animarme a seguir creyendo que algún día
tendríamos un mejor país.
Pero ya no. Mi generación no verá
los cambios. Tampoco sé si lo verán la que me sigue. Y con esto no quiero ser
negativa. Simplemente, comienzo a ser realista. Mis años más productivos los he
vivido en medio de una infructífera confrontación política, que sólo cosechó
odio, miedo, desarraigo e incertidumbre.
En ese terreno nos hemos movido y frente a eso asumimos la actitud de ir contracorriente.
No más.
La realidad es esa. Y a los
optimistas nos pesa. Nos pesa mucho. ¿Qué hacer frente a eso? No lo sé. El
barco se fue. Y ya parece que no volverá para rescatar a quienes quedamos como
exiliados en nuestra propia tierra. Así que permítanme vivir el luto. Me
siento derrotada. Abatida. Incapaz de decirle a alguien: quédate, esto va a cambiar.
Pretendía dejar este texto hasta aquí. No me sentía con ánimos de alargar más estas líneas. Pero por cosas de la vida (o de Dios) me
llegó de pronto un artículo titulado: “Grafittis con esperanza por calles donde la vida no vale nada”. La verdad, no creo en las casualidades. Tenía que leer esa nota para
reconfortarme, quizás. Allí la periodista presenta un proyecto de arte urbano que
se hizo en un barrio de Panamá, denominado Somos Luz. Una muestra de cómo el
trabajo con la comunidad puede ayudar a rescatar valores. No sé si sea un
rayito. Pero en lo más profundo de mi corazón, deseo que nosotros también seamos luz... Porque donde hay luz, hay vida.
Mirelis Morales Tovar
@mi_mo_to
SOMOS LUZ English Subtitles from boamistura on Vimeo.